lunes, 4 de febrero de 2013

El Poder de la Fe


 Los seres humanos somos seres llenos de ambición y deseos. Queremos algo, y luego al tenerlo buscamos más y más, muchas veces de manera ansiosa e insaciable. Sin embargo, es común que frente a dificultades, enfermedades o limitaciones, cuando la lógica no alcanza, optemos por una entre dos salidas: rendirnos o acudir al mágico y maravilloso poder de la fe.

Bastante conocida es la expresión bíblica: "La fe mueve montañas", aunque su comprensión cabal no resulte tan sencilla en un mundo pragmático como el nuestro, en el cual se establece que de acuerdo con lo que hagas así lograrás. Amparados en nuestra lógica, desconocemos la posibilidad de existencia de los milagros, dudamos de la veracidad de algún "poder superior". Cuando la razón no logra explicar la forma cómo suceden ciertos eventos, concluye quizás erróneamente, que no es posible que éstos sucedan. Negamos o evadimos lo que no alcanzamos a comprender.

La fe es una poderosa fuerza interior espiritual, que disipa las dudas y nos permite creer que lo que parece difícil o imposible, puede suceder aunque no sepamos cómo o cuándo. Es una disposición de total certeza o confianza que trasciende la racionalidad tradicional. ¿Qué elementos hacen que nuestros deseos se hagan realidad, desde el punto de vista de la fe?

Para Antonio Blay, la fe funciona cuando toda nuestra energía y nuestra consciencia se compromete con aquello que deseamos; cuando la fuerza que ponemos en lo anhelado es tan grande que atrae lo que queremos, ya que todo lo que la mente coloca con intención profunda y verdadera, tiende a materializarse.

Por el contrario, cuando decimos que queremos algo, pero simultáneamente actuamos como si no lo quisiéramos, se crea una pugna, una contradicción que limita, cierra o retarda la energía que materializa los sueños.

La activación del poder de la fe, exige un querer, un ver, un sentir algo con tanta fuerza y claridad que se desencadene una fuerza no lógica, dirigida a acercarnos a eso que buscamos. La fe no admite un deseo a medias, sin que demanda un "deseo total". Un buen ejemplo de Blay es el de los bombillos de diferente vatiaje: si usas un bombillo de 25 vatios, tendrá una iluminación de 25 vatios; si usas un bombillo de 100 vatios, tendrás una iluminación de 100 vatios. Con pocos vatios siempre habrá poca luz. Con poca fe, los resultados son limitados.

La fe pide para crear, el apoyo de la acción. Desear sin actuar es como esperar un premio de lotería sin haber adquirido previamente el billete. Además, lo que deseamos se materializa a través de los caminos de nuestra acción, aunque no sea por una vía logico-racional. Se trata entonces de desear, visualizar y actuar.

Algunos aspectos que refuerzan la realización de lo que deseamos y que se recomienda considerar, son: que el deseo sea realmente intenso; que lo que deseamos nos ayude en nuestro crecimiento interior y que produzca satisfacción a otras personas. Estos elementos aumentan la efectividad del proceso de consecución de un objetivo a través de la fe.

Dos requisitos crean las condiciones para que la fe despliegue su potencia espectacular: el silencio interior y la apertura exterior. El silencio interior se alcanza con la meditación, la cual produce un estado de claridad mental y paz. En ese estado de calma, se transmite un tipo de energía muy especial que atrae lo que deseamos. La apertura exterior, por su parte, implica estar dispuesto a aceptar lo nuevo, lo que es diferente a nuestros hábitos. Mucha gente quiere dinero pero no está dispuesta a adaptarse a los nuevos hábitos que se desprenderían de su nueva condición económica. Este querer sin querer, este acelerado y frenado hace desvanecer la posibilidad de logro.

Un elemento final es el desapego. Desear algo no implica necesariamente obsesionarse con eso toda hora. Piensa en lo que quieres, míralo mentalmente realizado y continúa tu vida cotidiana, pues a su tiempo, en ritmo perfecto de tu existencia, llegará en el momento y forma que te sea adecuado.

Una vez más, y resumiendo, diremos que para desplegar el poder de la fe, se necesita saber lo que se quiere, sentir el deseo con máxima intención, actuar para obtenerlo, y desapegarse de la forma y abrirse a los estilos variados en que la vida nos envía el pedido. La fe es al milagro, como la semilla al árbol. Gracias por leerme.
Desconozco el autor.

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